Esta semana ha sido realmente algo diferente, bueh, no, no lo ha sido; pero algo sucedió que me ha obligado a regresar a escribir acá y eso hace que la semana termine con broche de oro.
Desde hace unos años, he vivido mi vida como temerario, sin miedo del futuro, era un aventurero que abrazaba el peligro a cada paso que daba. La inseguridad de la capital era mi alimento y no importaba la hora del día o la noche que fuera, yo caminaba con la frente en alto dispuesto a enfrentar todos los peligros que la vida lanzara en mi camino.
Pero todo eso ha llegado a su fin, me he acobardado: he acudido a una corredora de Seguros, tú sabes, por si a caso.
Mi vida sigue corriendo el mismo peligro, pero siento que mis días de aventura y de no pensar en el futuro han quedado atrás. Ahora que estoy asegurado, la emoción no es la misma, de hecho, ya no hay emoción, me dedicaré a ser ermitaño.
Es lo mejor, sin ver a la muerte frente a frente mi vida a perdido sentido.
Sin embargo, mi actitud parece ser la excepción y no la regla. Debo confesar que mis días de renegado legendario llegaron a su fin por culpa de mi madre. Tanto insistió en que me asegurara que luego de años en el tema tuve que ceder "por mi bien" como diría ella y toda mi familia.
Lo que más me sorprendió fue su reacción cuando se firmó la póliza, no había visto a mi madre tan emocionada y contenta por algo desde... desde mi graduación de la UCAB, creo. Desbordaba de su rostro el orgullo y la confianza en el futuro.
No comprendía cual era la causa de su celebración, y aunque muchos dirán que fue gracias a la certeza que de ocurrir una emergencia su primogénito estaría en buenas manos yo pienso en algo diferente.
En nuestro país, donde la situación está tan difícil para tantas cosas, lo único más importante que firmar una póliza de seguros es firmar la compra de un carro, o mayor aún, de un apartamento. Pienso que al fin mi madre cree que soy adulto. Cuento con la tercera cosas más madura que alguien puede hacer en Venezuela: Estar Asegurado.
A mí aún me falta convencimiento, y si al principio me halagaba de mi estado de aventurero, en estos momentos siento que temo más por mi vida que antes. Verás, mientras estaba sin seguro, nunca lo necesité. A pesar de mis andanzas jamás sufrí de nada pero ahora que cuento con una "red de seguridad" me abruma la certeza que algo grave está por ocurrirme.