Luego de tanto tiempo de ausencia, hay un par de cosas que te debería contar. Sin embargo, lo dejaré para después porque lo que me acaba de pasar no tiene precedentes.
Recientemente, me mude de regreso a Venezuela, de hecho escribí desde el avión mientras venía en camino y desde entonces he estado viviendo junto con mis abuelos.
Es algo raro eso de vivir con los progenitores de tu progenitora, de repente eres consentido como sí acabaras de llegar al mundo, y siendo, yo, el mayor de 5 hermanos, no recuerdo haber sentido ser consentido jamás.
¿Forever Alone?
Mi madre y mi hermanita, llegaron de visita por las navidades esta semana, (sí, todo esto tiene que ver con los primeros tres párrafos espérate, ¡coño!) y todo ha resultado genial, las sigo queriendo igual y sorprendentemente el sentimiento es recíproco, ¡somos familia!. Pero lo que me sorprendió fue el día de hoy, el día de limpieza.
No soy fanático de barrer, coletear, lustrar, pulir y esas labores que muy injustamente han sido delegadas y asociadas al género femenino, pero cuando toca, las realizo a regaña dientes diría mi madre por ser parte del conjunto social que mantiene una estructura de pié y aseada.
Cuál es mi sorpresa, seguida inmediatamente de una carcajada que oyeron los vecinos, cuando justo a la puerta de mi cuarto escucho la siguiente discusión:
Abuela: Empieza por barrer este cuarto.
Madre: ¿Oíste Azrael? ¡Qué barras tú cuarto!
Abuela: No se lo dije a mi nieto. Te lo dije a ti: ¡Anda a barrer el cuarto del muchacho!
Yo: WTF? ¡¡¡Mi madre puede ser jodida!!! por su madre.
Por supuesto, la interjección de mi abuela no tuvo influencia alguna en el final desempeño de higiene en mi cuarto y yo, cagado de la risa, lo barrí, pero cómo disfruté de esa barrida.
